sábado, 31 de diciembre de 2011

Doce malas uvas para fin de año




















Freixenet, El Corte Inglés, El Almendro, American Express.

Querido Papá Noel: mi número de cuenta es...

Visa del Gallo.

Mariá, Mariá, ven acá corriendó, que el chocolatilló se lo están fumandó.

¡Feliz MasterCard!

Navidad + dicha = ¡Dichosa Navidad!

Bebe, bebe, bebe, come,come,come, gasta, gasta, gasta.

Propósitos de Año Nuevo, jajajajajaaaaa...

Si bebes, no hables...

Queridos Reyes Magos: Este año he sido bueno, jajajajajaaaaaa...

En vísperas de un nuevo año sería muy grato decirles que todo será fácil; desgraciadamente no es así (Salvador Allende).

Dong, dong, dong, dong, dong, dong, dong, dong, dong, dong, dong, dong, cof, cof, cof, aghhhh...

©JAVIER VALLS BORJA
©fotografía José Camba (fuente flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Anuncios por palabras_006



Traspaso iglesia céntrica, amueblada y con santos, por pérdida de fe. Necesita reformas.

©JAVIER VALLS BORJA
©fotografía Foto Pamp (fuente flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons

sábado, 24 de diciembre de 2011

Silent Night




Salgo del trabajo. Por fin. ¡Qué frío, cojones! Son poco más de las siete y ha llovido. Qué cortos los días, qué largo el invierno. Ya es noche cerrada, la luz de una farola me ayuda a sortear una mierda que supongo de perro, pero meto el pie en un charco, que supongo de agua. Mierda. Joder. Hostia. Cada día paso frente al domicilio del alcalde. Cada día hay por las inmediaciones una pareja de policías que hacen de ángel de la guarda del alcalde. Cada día hay un vehículo de esos de limpiar las calles, limpiando la calle del alcalde. Aquí, a los barrios, no llegan esas máquinas, porque aquí no vive el alcalde, ni siquiera pasa nunca, el alcalde, ni sus ángeles de la guarda, a no ser que sea para multar. Y está lleno de cagadas, y de orines, unos de perro y otros no, y de vómitos de la noche anterior, y de salivazos, y de chicles pegados al pavimento.

No sé muy bien dónde he dejado el coche, ¡hace ya tantas horas!, pero creo que voy en la dirección correcta. Sólo lo creo. Noto algo raro en el ambiente. No sé definirlo. Imagino que son los sonidos, que me llegan amortiguados, como sordos.

¿Seré yo el sordo?

La gente camina deprisa, mira hosca, habla quedo, carga bolsas, carga con su vida.

Me cruzo con una mujer. No es guapa. No es fea. Casi no es. Ha existido durante los dos segundos en que se han encontrado nuestras miradas. La suya parecía cansada. Quizá la mía lo estuviera también. Desaparece. Me sumerjo en la estela de Marlboro y Rochas que ha dejado a su paso. Desaparece también. Se va amortiguando, perdiendo el sonido de su taconeo hasta que no se oye más. Tacones lejanos. Ja.

Dobla la esquina un tipo que lleva una lata de cerveza de medio litro en una mano. No es la primera del día, ni siquiera de la última media hora. Se tambalea. Escupe muy cerca de mí. Cerdo. Es un pobre hombre. Menudo cerdo. Pobre hombre. Me pide fuego. No fumo. Pero ¿tienes fuego? No fumo. ¿Y una moneda? No fumo. Que te den. A ti. Me sumerjo en la estela rancia de alcohol viejo y ropa sucia que ha dejado a su paso.

De la puerta abierta de un bazar sale un molesto soniquete, repetitivo, machacón, repetitivo, machacón, repetitivo, machacón... Me paro frente al escaparate y miro adentro. Mujeres comprando calcetines baratos y cosméticos que les van a irritar la piel. Mujeres comprando horribles objetos decorativos. Mujeres comprando perfumes apestosos. Mujeres comprando flores de plástico, joyas de plástico, lujo de plástico. Mujeres comprando tiempo, un poco de tiempo antes de volver a su condena a trabajos forzados, a casa. Home, Sweet Home. El molesto soniquete continúa repetitivo, machacón, repetitivo, machacón, repetitivo, ande, ande, ande, machacón... Es un villancico, el bazar es chino, y todo es ridículo, incongruente, grotesco, incoherente. Entro. Lencería picante junto a posters del Papa. Cirios votivos y velas con forma de falo. Material escolar, tetas postizas, estropajos, santos de escayola, orinales de plástico, consoladores, escobillas para el váter, juguetes peligrosos... Made in Hong Kong, made in Taiwan, made in China. Huele a limpiahogar barato, a ambientador barato, a barato. Buenas tardes, ¿tiene carretes de fotos? No foto. Salgo.

Pasa algo a toda velocidad, flotando sobre un halo azul. Las ventanillas con los cristales bajados a pesar del frío. Música a todo volumen, colores chillones, alerones aerodinámicos, llantas carísimas. El coche lleva conductor, el conductor no lleva cerebro. El conductor lleva gafas de sol. El conductor es gilipollas. Frena con un chirrido de neumáticos para no empotrarse en el furgón que está parado en el semáforo en rojo. Verde. Claxon. Claxon. Claxon. Acelera de golpe, con un chirrido de neumáticos. Deja marcas negras en el negro asfalto y negro olor a quemado en el aire negro de la noche. De los deslumbrantes tubos de escape sale un nubarrón de humo negro. Respiro el caucho quemado y respiro el humo negro. La luz de las farolas arranca destellos de los cristales negros. Desaparece apurando las marchas con estruendo. La música se sigue oyendo durante un momento. El conductor es su coche. El conductor no es nada cuando se apea de su coche. El conductor no es nadie sin su coche. El conductor es gilipollas. Un ciclista sin luz en la bicicleta y sin luces en el cerebro, serpentea entre los coches jugándose la vida.

Alcanzo a dos mujeres casi viejas, que van del bracete. Tengo la sensación de que siempre han sido casi viejas. Y que siempre han ido del bracete. Ocupan toda la acera. No puedo adelantarlas. Me atufan con la laca de sus cabellos rubio ceniza de bote y el alcanfor de sus abrigos de pelo de camello de poliéster, y con su perfume antiguo de mujer vieja, casi vieja. Peinados idénticos. Abrigos idénticos. Varices idénticas. Me atufan con su conversación. No le digas que te lo he dicho, que le dije que no te lo diría. ¿Yooo? Como si no me conocieras. A contraluz de una farola veo cómo escupen diminutas gotas de saliva mientras hablan. Una de ellas lleva las medias arrugadas y parece que se esté deshinchando. La otra lleva un papel pegado a uno de los zapatos. Señora, lleva un papel pegado al zapato. Gracias, joven. Sus labios excesivamente rojos enmarcan sus dientes excesivamente verdes cuando me sonríe. Por fin puedo adelantarlas. ¿Has visto que chico más amable?, alcanzo a oír mientras me alejo de ellas. Salgo, por fin, de la estela rancia que van dejando a su paso.

Respiro hondo. Elevo la mirada hacia los balcones engalanados con una iluminación  imposible, adquirida en el supermercado del barrio. Las ventanas resplandecen como pequeñas sucursales de casas de putas de carretera, y es que, claro, no me acordaba, es navidad. Lo confirman los cientos de papásnoeles que cuelgan de los balcones, como si estuvieran ahorcados. ¿Qué pensarán los niños ante semejantes hordas de santaclauses? Las ventanas compiten en mal gusto y la vulgaridad se adueña de la calle. Ahorra energía. Ja.

Los escaparates brillan más que nunca, ofreciendo lo de siempre, pero más caro que nunca, como siempre. Me detengo ante la joyería. El cristal está lleno de huellas de dedos que han señalado esos pendientes, ese colgante, esa sortija, ese deseo, esa frustración. Me gusta ese reloj. Lo compraré en rebajas. Si está. Junto a mí se ha parado una mujer joven con un niño que me mira intensamente mientras se hurga la nariz y se come los mocos. El niño. Me voy.

Paso frente a un bar triste. Un breve vistazo al interior me llena los ojos de gente sombría que no conversa. El camarero mira el fútbol en la TV. La luz mortecina de los fluorescentes y los adornos navideños horteras lo hacen más deprimente, si cabe. Huele a vino rancio y suelo mal lavado. Las tragaperras llaman a los parroquianos con sus luces de feria y sus cantos de sirena.

Pasa una moto sin silenciador. Un automovilista furioso toca el claxon sin parar, hay un coche en doble fila que le impide salir. Repiquetea un martillo neumático ¿a estas horas? A lo lejos se oye la sirena de una ambulancia. Los niños y los perros del parque gritan y ladran. En el cruce se ha formado un tapón y la pitada es colosal. Silent night, Holy night, All is calm, all is bright.

©texto JAVIER VALLS BORJA
diciembre 2004-mayo2006
©fotografía Landhlauts (fuente flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons

lunes, 19 de diciembre de 2011

Cumbres Borrascosas / Cumbres Blogrrascosas

Final feliz


¡Uf!, Barbra Streisand... ¡menudo coñazo! No la aguanto, y hay que ver el amor que le tienen en esta emisora. Mejor pongo un CD... A ver, mmmsssí, Grover Washington Jr. estará bien para empezar, a ver si me relajo y me voy metiendo en situación. Espero que después de todo no venga de los nervios, porque esta noche me apetece... mmmmm... Le he preparado una cena de caerse de espaldas, y eso que he salido del trabajo a escape, con la reunión y todo eso. Yo... no sé, parece que la gente no tenga familia, ni pareja, ni hobbies, ni distracciones, ni nada que no sea el trabajo. ¡Qué poca prisa, por Dios! ¡Ah! Y además he tenido que ir a su casa. Total, que se me ha hecho tardísimo, pero me he pasado por el cocedero de mariscos y en quince minutos ¡voilà!: dos hermosos bogavantes recién cocidos, ¡qué lástima, los pobres, tan vivitos que estaban!, media docena de ostras (para él, que a mí, la verdad...) y otros frutos de mar. He tenido un momento duda entre un blanco del Rhin con muy buena pinta y un albariño que ya nos ha proporcionado muy buenos momentos, así que he cogido los dos, que seguro que caen. ¡Ah! Y Häaghen Dazs. De chocolate, claro. Me han soplado una pasta, pero la ocasión lo merece.

Voy a darme una ducha rápida, lástima que no me dé tiempo para un buen baño con sales, pero todavía tengo que preparar la ensalada, poner la mesa, arreglar las flores, encender las velas, ponerme algo sexy... Menos mal que hoy ha venido la chica y la casa está reluciente. Quiero que esta sea una noche perfecta. Conversaremos de cosas agradables mientras cenamos sin prisas, y yo flirtearé como si acabáramos de conocernos, porque sé que eso le pone. Después tomaremos el helado con ese café hawaiano carísimo, porque, en una noche como esta ¿quién quiere dormir?

Sé a ciencia cierta que va a pasar un momento de apuro, intentando recordar si hoy es nuestro aniversario, mi cumpleaños, o cualquier otra fecha señalada. Yo haré mohines como si me doliera su olvido, que no es tal, porque hoy no es nada, sólo es hoy. Después le diré que todo esto viene a que tengo algo importante que decirle, y palidecerá, por supuesto, porque se imaginará películas relacionadas con el divorcio y todo eso de lo cual no quiere ni oír hablar... ¡Menuda sorpresa se llevará cuando le diga que ya no se ha de preocupar por eso, que es libre, porque esta misma tarde he quitado de en medio a su mujer!

©texto JAVIER VALLS BORJA
marzo 2005
©fotografía  Jaime Nicolau (fuente flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons

sábado, 10 de diciembre de 2011

No woman, no cry




Desde lo alto de la bicicleta y el anonimato de sus gafas de sol graduadas, el abajo firmante divisa a dos chicas de aire triste, de aura triste, paseando, lentas, con un perrito feliz, contento por el mero hecho de poder hacer sus necesidades sin temor a reprimendas, con prisa por llegar a ninguna parte.

Una de ellas llora, y el abajo firmante supone, presume, aventura, sin tener ni un solo elemento de juicio para ello, que lo hace porque ha roto con su pareja; parece ese tipo de llanto, el tipo de llanto de una ruptura, el tipo de llanto de cuando le cuentas una ruptura a una amiga, ya sabes de qué hablo. Su tristeza parece inquebrantable y da pábulo a mil hipótesis; seguramente, ninguna de ellas acertada, pero no por ello menos interesantes.

Su amiga (el abajo firmante presupone, como tantas otras cosas, esa amistad) la escucha seria, solemne, sin decir una palabra, con cara de póquer. ¿Será pesar o será un decir qué-he-hecho-yo-para-merecer-esto? Puede que esté realmente afectada, o puede que no, marca la opción correcta.

El día es soleado, pero parece gris; otoño en primavera. Hasta el perrillo, un pequeño yorkshire, de los caros, tan pizpireto hasta ahora, ha dejado de tirar de la correa.

©texto JAVIER VALLS BORJA
mayo 2010
©fotografía vasagritarwow (fuente flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons

lunes, 5 de diciembre de 2011

Mantra para dos voces desafinadas




—Cariño...
—¿Mmm...?
—¿Tú me ves gorda?
—Sí.
—¿Cómo que sí?
—¿Que sí, qué?
—¡Que me ves gorda!
—Sí, ya te lo he dicho ¿no? ¿o estoy viviendo un dejà vu?
—¡Qué dejà vu ni qué niño muerto! Tú ya no me quieres...
—Que sí mujer, que sí que te quiero.
—Entonces, ¿por qué me dices que estoy gorda?
—Porque me lo has preguntado.
—Pero podrías haber dicho que no lo estoy.
—Pero es que lo estás.
—¿Lo ves, como no me quieres?
—Bueno, pues no te quiero...
—¡Aghhh, encima eso!
—¿El qué?
—Que reconoces que no me quieres...
—Que sí, mujer, que sí que te quiero.
—¿Y por que has dicho que no me quieres?
—Por no discutir, cariño, por no discutir...
—Entonces... ¿me quieres?
—Que sí, tontina.
—Y me ves gorda?
—Sí.
—¿Cómo que sí?
—¿Que sí, qué?
—¡Que me ves gorda!
—Sí, ya te lo he dicho ¿no? ¿o estoy viviendo un dejà vu?
—¡Qué dejà vu ni qué niño muerto! Tú ya no me quieres...
—Que sí mujer, que sí que te quiero.
—Entonces, ¿por qué me dices que estoy gorda?
—Porque me lo has preguntado.
—Pero podrías haber dicho que no lo estoy.
—Pero es que lo estás.
—¿Lo ves, como no me quieres?
—Bueno, pues no te quiero...
—¡Aghhh, encima eso!
—¿El qué?
—Que reconoces que no me quieres...
—Que sí, mujer, que sí que te quiero.
—¿Y por que has dicho que no me quieres?
—Por no discutir, cariño, por no discutir...
—Entonces... ¿me quieres?
—Que sí, tontina.
—Y me ves gorda?

©texto JAVIER VALLS BORJA
diciembre 2011
©fotografía Rußen (fuente flickr), publicada bajo una licencia Creative Commons