viernes, 29 de julio de 2011

Abierto por vacaciones

 
Como cada año, muchos compañeros blogueros han colgado el cartel de "CERRADO" para disfrutar de su ¿merecido? descanso y han iniciado la consabida diáspora estival.

El que suscribe, no, el que suscribe se queda en casita todo el verano, por lo que ha decidido mantener el blog abierto para vosotros, lectores de aquellas partes del mundo sumidas en el invierno o, sencillamente para los que estéis donde estéis, pero no tengáis vacaciones (potencialmente, unos cuantos millones de personas).

A cambio, amigos, solo os pido una cosa: dejad constancia de vuestro paso por aquí.


JAVIER VALLS BORJA
©fotografía, Javier Valls Borja

lunes, 25 de julio de 2011

Cita + Examen sorpresa



CITA:

Lo mejor que le puede pasar a un escritor es pasar a la posteridad. Lo que a mí me da miedo es autoplagiarme.


© fotografía John Foley / Opale

 EXAMEN SORPRESA:

  1. ¿Creéis que los autores escriben una y otra vez el mismo libro? 
  2. Aquello que llamamos estilo propio ¿puede que no sea más que una serie de repeticiones?
  3. ¿Te gusta que los autores cambien de registro, de estilo, de temática?
  4. Si un autor sigue una trayectoria regular, tratando temas afines o parecidos entre sí, ¿es fidelidad al estilo o falta de ideas?
  5. Si el plagio se convierte en escándalo ¿por qué no así el autoplagio? 

miércoles, 20 de julio de 2011

Música para morir



Sería hermoso morir con esta música; es tan bella que dan ganas de ser lo último que se oiga en la vida pero, quién sabe cuáles serán los sonidos que me acompañen en la hora final. Aparto de mi mente la posibilidad de que esos sonidos sean chirriar de frenos, sirenas de ambulancia, rumor de hospital... Quisiera no saber de la parte sórdida del mundo, estar rodeado enteramente, eternamente, de belleza, llenarme los sentidos de perfección, de arte, de paz, y no oír el dolor, no ver las miserias de la vida, sólo sumergirme en la música, en esta música tan bella para morir.

Soy cobarde, lo sé; escondo la cabeza bajo el ala, miro hacia otro lado, me tapo los oídos para no escuchar el auténtico sonido del mundo. Soy cobarde y soy culpable, tan culpable como aquellos a quienes culpo, porque callo, porque otorgo. Culpable, sí, y cómplice, miserable, débil, humano...

¿Humano?

No, no soy humano, no lo soy; si lo fuera me arrancaría de un tirón las anteojeras, no ignoraría este aullido de dolor que surge de todos lados; si lo fuera, si fuera humano, desearía que no existieran los motivos, en lugar de no querer verlos.

Pero subo el volumen para no escuchar más que esta música, esta música tan bella para morir.

Sería hermoso morir con esta música, sería hermoso morir...

©texto JAVIER VALLS BORJA
marzo-julio 2011

©fotografía photographer padawan *(xava du), publicada bajo una licencia Creative Commons (fuente flickr)


jueves, 14 de julio de 2011

Cita



Huyo de las metáforas: sólo a los malos escritores les hacen felices.


©ilustración Pablo Gallo

lunes, 11 de julio de 2011

Cita



Este es un blog que lee muy poca gente. Este es un blog que no comenta casi nadie. Pero es mi blog, tiene el aspecto que me parece adecuado, escribo en él lo que creo que tengo que escribir y disfruto haciéndolo.

No visito blogs ajenos dejando mensajes absurdos que obliguen al autor a que realice una visita al mío y deje un mensaje más absurdo todavía. Leo y sólo si tengo algo que decir lo digo. Me parece que cambiar visitas de ese modo es estúpido. Finalmente, te lees tú mismo y los de siempre a cambio de ser leídos. No es este un juego que me resulte atractivo.

Por eso este blog lo lee muy poca gente. Aquí no hay trueque.

 La vida del revés (blog): "Fisonomía de un blog"
©fotografía Editorial Dilema

viernes, 8 de julio de 2011

EL ETERNO FEMENINO 001. El demonio y la carne.



¡Ay, Señor! Todavía me tiemblan las piernas cada vez que me acuerdo, y es que no es para menos: era el hombre más guapo que he visto nunca; me llevaba de cabeza, el condenado, aunque él no hacía nada, la verdad, pero yo, tonta de mí —me lo digo siempre: nena, tú eres tonta—, no podía dejar de pensar en sus ojos, esos ojos que me traspasaban mientras preguntaba:
¿Cuarto y mitad?.
Era el carnicero del barrio, y cuando estaba fileteando la carne con la cabeza inclinada sobre el tajo y levantaba la vista, solamente la vista, tenía esa mirada que me derretía, intensa, como la del cartel de “La naranja mecánica”, no sé si os acordaréis.
Por aquella época la dieta familiar anduvo bastante desequilibrada debido al consumo masivo de productos cárnicos, y es que yo iba todos los días a la carnicería, no podía evitarlo. Siempre esperaba a que se hicieran las once, que era cuando más gente había comprando, para poder estar más tiempo allí, mirándole con arrobo. Estaba como hipnotizada y cuando alguna parroquiana me daba conversación, yo solo asentía con la cabeza, sin atender a lo que me decía y sin apartar la vista de él:
¿Usted a las albóndigas qué les pone, miga de pan o pan rallado?
¿Hum? Eh... sí, sí...
Y cuando me llegaba la vez y me decía:
¿Qué te pongo?.
¡Y cómo me ponía! Yo le contestaba, casi en un susurro:
Rabo...
Y después me humedecía los labios con la punta de la lengua. Él sonreía, pero era una sonrisa profesional, sin más. Me enseñaba la carne —no la que yo quería ver— para ver si estaba a mi gusto y yo, sin mirarla, levantaba la barbilla y dejaba caer los párpados en una pose de femme fatale y le contestaba con un “ssssí”, que más bien parecía un suspiro.
¿Algo más?
Salchichas.
¿Cuántas?
Una.
¿Una?
Y yo, despertando de mi ensueño, respondía torpemente:
Una docena, quiero decir.
Él jamás dió muestras de captar mis insinuaciones, pero yo no cejaba en el intento. Había veces en que me vestía, me pintaba y me perfumaba como para ir a una boda, y ni con esas.
Está usted muy guapa, hoy— decía una viejecita junto a mí.
Lo siento, no fumo— le respondía yo, absorta como estaba en todos i cada uno de los movimientos del carnicero.
Él se limitaba a ser amable y simpático, pero nada más. Ya empezaba a dudar yo de mi sex-appeal, si no fuera porque, para desfogarme, “buscaba” bastante menudo a mi marido y él, invariablemente, “respondía”. Hasta le compré un guante de carnicero para "jugar" a las tiendas. Él estaba encantado, no hay que decirlo.
Si se hubiese dado el caso —que no se dio, ¡maldita sea!—, no sé si al final hubiese sido infiel—¡sí, sí, sí, por favor!—, porque yo mucha lujuria, mucha lujuria, pero después soy tonta; me lo digo siempre: nena, tú eres tonta. Hasta que llegó el día en que se truncaron mis anhelos —por si su absoluta indiferencia no era suficiente— y se despejaron mis dudas al mismo tiempo. La noticia que me produjo un trauma y un alivio simultáneos, fue la siguiente: al carnicero lo había pasado a cuchillo una de sus clientes porque lo había pillado in fraganti con su marido, en su propia cama y con su mejor camisón. No hay que decir que el camisón quedó hecho unos zorros, y el carnicero, tan varonil antes, ahora debe tener voz de vicetiple, porque se dice por ahí que de un tajo certero se quedó sin criadillas y que si no la paran le saca hasta la asadura.
En todo caso, mi gozo en un pozo, pues ya sé que jamás me daré el filete con él, pero en compensación los índices de colesterol de mi familia han recuperado sus niveles normales porque ahora comemos mucho más pescado, y es que el nuevo pescadero está...

 ©texto JAVIER VALLS BORJA
septiembre 1996, revisado julio 2011
©fotografía ventolinmono (fuente flickr)

martes, 5 de julio de 2011

Cita



Tu alma es tu lengua. Todo escritor debe tener un lenguaje. Eso no quiere decir escribir bien. Eso quiere decir utilizar el lenguaje con capacidad creadora.


©ilustración cèl·lula

Cita



He tratado siempre de poner en todo lo que he escrito una afectación de insensibilidad perfectamente deliberada y voluntaria. Esta es una de las causas del poco éxito que he tenido. La gente solo lee cosas saturadas de emoción, que a veces puede ser muy elevada y otras veces se refiere a cosas insignificantes. La emoción, sin embargo, debe parecer que está y, así, esos escritos gustan.

Siempre he creído, sin embargo, que mantener la emoción con una pluma en la mano durante diez o quince minutos, solo se puede conseguir con unos sentimientos ficticios, esto es, haciendo trampa. Escribir cien páginas, un libro, con emoción, es impensable. Es exactamente un engaño sensacional. La literatura tiende a crear este engaño. Se ha de escribir como se escribe a la familia o a un amigo y, a veces, las cosas concretas hacen nacer la emoción. La escritura artística no produce nada, no ha producido nunca nada.

fotografía hallada en google sin licencias de reproducción ni autoría explícitas