Hasta que decidimos volver a colgarla en la pared, no volvió la paz a nuestro hogar. Y es que en todas partes molestaba, aquello no era vida; hasta nos daba vergüenza que viniera alguien a casa y la viera allí. Ahora recuerdo aquella época sombría con cierta aprensión: no comía, no podía dormir, caí en una depresión de la cual casi no salgo... La familia se resintió tanto que casi se va cada uno por su lado. Discutimos, deliberamos, debatimos, y llegamos a la conclusión de que aquello había de acabar. La respuesta fue unánime: o ella, o nosotros.
© del texto JAVIER VALLS
abril 2010
© de la fotografía arcketipo (fuente flickr ), publicado bajo una licencia Creative Commons
Leo el texto y me desconcierto. Los equilibrios son frágiles, muy frágiles.
ResponderEliminarMáxime cuando nacen del compromiso y significan una huída, Anita.
ResponderEliminarSe me ocurren muchas cosas que colgadas en una pared provoquen ese desconcierto. Pero cuando algo que debe ser "puesto" genera esa sensación desconcertante para alguien, cuando uno tiene esa obligación de poner algo, es que lo que sea es nocivo. Uno en su casa debe sentirse libre de poner o quitar. Si vienen impuesto... ¡malo! En son de broma: la foto de la suegra!
ResponderEliminarBesos miles :D
Besos miles
Y no digamos cuando ese algo produce rechazo y lo has de seguir viendo a diario, Lola. El verdadero secreto está en hacer como que no lo ves y, con la edad, todos nos vamos haciendo maestros en ese arte.
ResponderEliminarBeso.
Tirar dardos a lo que haya colgado en la parede también es una buena terapia. Recuerdo este relato y la frasecita de marras, a ver si vuelves a engancharte a los micro relatazos.
ResponderEliminarPues todo es ponerse, Ángel, así se obliga uno a escribir —aunque sean microrrelatos— y a agudizar el ingenio. Lo de los dardos es muy buena idea :)))
ResponderEliminarEso , eso queremos más micro-maxi.
ResponderEliminarCon el tiempo igual se decuelga por su propio peso ..no sé.
Como la fruta madura... o les pomes... :)))
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